¿Una mujer infiel siempre lo es? (Concuña)

Les cuento un poco de contexto. Todo comenzó cuando mi cuñado llegó con ella su nueva novia. Su sonrisa, su figura, esa mirada que parecía saber más de lo que mostraba. Era hermosa, sí, pero para mí no era más que alguien de la familia. O eso pensaba.

Con el tiempo, algo en su forma de estar conmigo cambió. Sus abrazos se alargaban apenas un instante más de lo normal, lo suficiente para que el calor de su piel quedara en la mía. Sus dedos rozaban mi brazo, como al descuido, pero cada roce encendía algo que intentaba ignorar. Y esas miradas... profundas, atrevidas, como si quisieran desarmarme. Comencé a darme cuenta de que ella buscaba excusas para estar cerca de mí, reía más de lo necesario con mis bromas, me miraba como si yo fuera el único en la habitación.

Una noche, no pudimos más. En un rincón apartado, nuestros labios se encontraron, con hambre contenida. Fue un beso que desató todo lo que habíamos callado. Desde entonces, no hubo vuelta atrás. Nos volvimos amantes, compartiendo momentos que no le pertenecían al tiempo ni al mundo, solo a nosotros. Cada encuentro era un incendio, y cada despedida dejaba cenizas en mi pecho.

Pero luego llegó la pandemia. Una pausa obligada que nos separó. Decidimos alejarnos, tal vez por miedo, tal vez porque sabíamos que lo nuestro nunca tendría un final feliz. Desde entonces, no ha habido mensajes, llamadas, ni siquiera un cruce de miradas.

Ahora, me pregunto: ¿una mujer que ya cruzó esa línea podría hacerlo de nuevo? No sé si conmigo o con alguien más, pero cuando has probado el sabor de lo prohibido, es difícil olvidarlo.